Cuando estudiaba matemáticas había dos conceptos que me aturullaban con frecuencia, eran el cero y el infinito. En mis devaneos juveniles nunca llegué a discernir si ambos eran en realidad dos malvados intrusos enviados por la Filosofía, por orden de Atenea, para confundir a las Matemáticas o al revés. Conservo, pese a todo, el consuelo de pensar que Hipatia de Alejandría, la matemática y filósofa que ilumina con su sabiduría la antigüedad, también tuvo largos devaneos respecto al redondo 0 y a ese 8 tumbado (∞) que representa el infinito. Volví a tan lejanas fantasías cuando tras el apagón del lunes leí que se había producido un cero energético en toda la península.
Aunque el cero no es la nada sí es innegable que el apagón trajo la nada porque, de pronto, nada funcionaba. No se oscureció el cielo pero a partir de las 12:33 todo fue un apocalipsis. Los trenes pararon, los ascensores atraparon a sus usuarios, los ordenadores, las tarjetas de crédito, las vitros, las lavadoras y un casi infinito de aparatos de uso cotidiano se volvieron inútiles. No había dinero en los bolsillos ni para comprar el pan, no se podía contactar con la familia o volver a casa. Sin electricidad no somos nada. Se agotaron las linternas, las pilas o los transistores analógicos. Acostumbrados a mirar la pantalla del móvil y a obtener todo en un clic todo parecía una hecatombe. Volvieron de pronto cosas de un pasado olvidado y algunos comenzaron a conversar con los demás. También irrumpió la solidaridad entre viajeros y lugareños de aquellos pueblos en los que los trenes que siempre pasan de largo pararon obligados. Ocurrió en Alcanadre donde nerviosos viajeros fueron atendidos por sorprendidos vecinos. Resulta difícil de aceptar pero la vida es un riesgo continuo. Ya un bichito minúsculo nos mostró nuestras fragilidades. Todo a nuestro alrededor pende de un hilo: somos muy vulnerables.
Cuando volvió la luz todo volvió por donde solía. Buscar culpables en vez de soluciones vuelve a ser el deporte nacional. Los especialistas del bulo no tienen dudas: el perro Sánchez es el causante del apocalipsis nacional. Una simpleza de quienes defienden que vivimos en el país de Pepe Gotera y Otilio. Olvidan que España rearmó su sistema eléctrico con más rapidez que otros países en parecidas circunstancias. Qué ha pasado y cómo mejorar nuestro sistema eléctrico nos lo contarán los técnicos. Digan lo que digan algunos el nuestro no es un país de mierda y mejor sería si los insultos se redujeran a cero y creciera la cordura en la vida pública. No sé que ganan algunos ridiculizando su país ante los líderes extranjeros. Mejor nos iría desterrando los odios a la nada y procurando transitar unidos y solidarios por esta vida que camina a diario entre la incertidumbre que une el cero con el infinito.